Lugareños y policías constatan el insólito parón absoluto del peregrinaje
Al Alto do Poio (Triacastela-Lugo) se llega con cansancio y alegría tras una dura ascensión. Culmina la primera etapa plenamente gallega del Camino Francés, el más popular. A unos días de la Semana Santa, el lugar tenía que ser un hervidero de peregrinos que llegan y se van. Pero bajo el reconfortante sol de primavera solo se oye el poco amigable ladrido de un mastín que rebota por todas las paredes como el sonido en una habitación sin muebles. No hay nadie por la calle.
Tampoco en O Cebreiro, por donde han entrado a Galicia cientos de miles de peregrinos a lo largo de los siglos. «Nunca se viu o Camiño así», dice Dositeo Balboa, sentado en un murete. «Antes aínda víase xente que iba co gando, pero agora nin xente hai». Hace días que no pasa ningún peregrino. «Porque cortaron o Camiño e cortaron os albergues. E fixeron ben. Senon estaríamos tamén contaminados». Probablemente Dositeo tiene razón y la imagen que actualmente ofrece el Camino de Santiago es insólita a lo largo de su historia ya que ni guerras ni epidemias llegaron a impedir a nadie transitar por la Ruta Xacobea. Hoy es imposible encontrar un peregrino, al menos en Galicia. «No, no hay nadie. Solo al día siguiente de que se decretara el estado de alarma vimos a algunos peregrinos buscando como volver a casa. Desde entonces, nada», explica un policía local de Arzúa. Es lo mismo que dicen en Sarria o en Palas, donde las patrullas de la Policía Local constatan que la prohibición de peregrinar se lleva a rajatabla para desaliento de la floreciente economía que ha ido creciendo alrededor del Camino y que ve como se esfuma uno de los momentos de ebullición con una Semana Santa en la que la ruta permanecerá cerrada: «Estamos deprimidos, isto é moi triste», se queja Elvira, en el Alto do Poio. «Hai corenta anos había menos peregrinos, pero isto...».
Portomarín, una villa que ha ido multiplicando exponencialmente sus establecimientos de hostelería parece igualmente afectaba por una hecatombe nuclear. Nada que no se vea igualmente por las calles de Samos o Triacastela. Para hablar con alguien hay que llamar a las puertas y, lógicamente, mantener la distancia. También con Dositeo, sentado en el murete viendo como no pasa nadie, pero alerta: «Non se acerque moito», dice: «Xa virán tempos mellores».
O Resumo Edición Nº 409 - 3 de Abril de 2020
Fuente: lavozdegalicia.es 31.3.2020
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